La idea de que toda sustancia de la que están hechas las cosas surge como un flujo permanente de energía que es emanada desde un núcleo invisible de materia oscura, con el tiempo como único puente de conexión es, simplemente, elegante. En ella se basan las reflexiones sobre extrañas entidades líquidas que dejó el capitán Krkyn guardadas en la memoria de su nave, la Asfalís.
Siempre hemos creído que era posible llegar a semejante nivel de conciencia química, al menos de forma teórica, por eso es por lo que estas notas han servido como condimento para enriquecer nuestra vívida imaginación residual de viejos alquimistas de la edad media.
Aunque las matemáticas apoyan este supuesto y la intuición empuja en esa dirección, hubiera sido ideal el poder visitar Ethea y ahorrar décadas de deriva teórica. Ignoro las causas que llevaron a mi querido amigo, capitán y viajero del tiempo a justificar su decisión de ocultar la ubicación del planeta, pero la verdad es que las descripciones que nos lega son muy detalladas; si no le conociéramos, podríamos pensar en él como un especialista en la materia.
Resulta –según deja claro una y otra vez– que toda molécula física, al formarse, activa un núcleo de materia negra que es su fuente de energía y, cuando los núcleos llenos de protones y neutrones –bariónicos– de los átomos involucrados conectan con ese núcleo energético, surge la conciencia.
Las notas describen que “el proceso en todo ser vivo se desarrolla naturalmente de forma muy lenta y gradual, y el resultado es la evolución”, pero esos seres etheanos, líquidos y oleosos, permiten acelerar ese despertar de forma segura y estable.
Con una abrumadora cantidad de detalles, inexplicables y casi sobrenaturales, el viajero describe cómo llegar a ello: “para apresurar el traspaso de la energía desde el núcleo de materia negra de uno de estos seres hacia los núcleos físicos de las moléculas que forman el cuerpo, lo único que se necesita es una prolongada interacción consciente y en movimiento con el líquido. Hay que dejar que la sinergia entre el cuerpo y la entidad oleosa active el proceso, haciendo que la energía empiece a circular desde el núcleo oscuro del ser hacia la entidad receptora, el propio cuerpo”.
El resultado es una sensación alterada y acrecentada de los procesos corporales que sucede de forma placentera y que es acompañada –la mayor parte de las veces– de reminiscencias, eventos pasados que emergen de sus escondrijos situados dentro de las memorias más profundas de las moléculas del cuerpo, con la consecuente toma de consciencia sobre detalles desapercibidos en su momento y que liberan una enrome cantidad de energía contenida.