Si tenemos olores que nos llevan “hacia afuera” –más frescos– y olores que nos llevan más “hacia adentro” –más cálidos–, también podríamos tener una infinita cantidad de grados entre esos dos extremos, tantos como olores podamos reconocer en un momento dado.
Podemos, como europeos que somos, entender bien algo tan básico como eso de que “huele rico”, “huele bien”, o “huele mal”. Utilizar el olor para aromatizar, en nuestra cultura, es la opción principal “por defecto” y prácticamente la única.
Como ejercicio consciente podríamos ir más allá pensando en algo tan simple como esto: el cocido de la abuela huele rico, quizás porque nos recuerda momentos felices de la niñez ¿puedes describir cuáles?; por otro lado el olor de un pollo asado «es rico» cuando hemos pasado momentos alegres y festivos con amigos en algún momento ¿recuerdas algunos de esos momentos?.
Pero un «momento feliz con la familia» no es el mismo tipo de «momento feliz con los amigos», con los que estuvimos en una pollería comiendo patatas fritas, ensalada y pollo a la brasa. Uno es más interior, familiar, hacia adentro. El otro es más público, hacia afuera ¿Nos vamos explicando?
Si queremos recordar momentos más íntimos y familiares no ponemos gotas de ae de limón en el difusor, ponemos algo como Ravintsara o Kunzea.
Se trata de entender que el olor puede usarse como metáfora olfativa, para expresar conceptos y valores abstractos:
Cuando queremos interiorizar nuestro comportamiento, utilizamos olores más cercanos a las “hierbas del monte”, a un bálsamo o algo cercano al almizcle. Pero cuando queremos alegría, compartir o hablar, nos vamos más por olores más cercanos a los cítricos, a las flores o a las especias.
No se puede dejar de mostrar una sonrisa cuando olemos una flor. Tampoco podemos ponernos meditativos o reflexivos en un mercado, frente al puesto de las especias. La única manera de que cerremos los ojos con el limón es que probemos directamente, en la boca, su zumo, pero luego es imposible quedarse inmóvil; de la misma manera, cuando probamos a oler el aceite esencial de limón profundamente, tampoco podemos quedarnos totalmente inmóviles por demasiado tiempo. Simplemente no se puede, tenemos la necesidad de mover el cuerpo.
Hay ideas muy creativas que podemos poner en práctica. Por ejemplo. identificarnos con un olor en un momento dado ¡o a un grupo entero! Seguro que a un aula de 4 años de una Escuela Infantil no la identificaríamos con Incienso Sagrado.
También podemos utilizar el olor para comunicar cómo nos sentimos o cómo nos hacen sentir otras personas.
Hay conferencias que nos dejan medio “incienso” y otras nos dejan “mandarina”. Puede que te suene raro, peros seguro que me entiendes.
Se trata de reeducarnos para establecer un sistema de valores basado en el simbolismo olfativo, de manera que podamos caracterizar ciertos olores como buenos o malos y asignarles a diferentes comportamientos o estados para significar la bondad o maldad de estos.
Todos conocemos gente de todo tipo. Algunas, son de trato agradable pero que son como el clavo y la canela, un poco está bien, pero cansinos si pasamos mucho tiempo con ellos; en el cole y en los parques seguro que hemos visto niños o como el Ylang Ylang, que nos divierten nos alegran el espíritu de saber que están, pero sin duda las personas que más nos gustan a todos son las personas lavanda, porque sirven para todo.
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